Autor: Enric Pont, pintura acrilica abstracta rostro 2 125×125

Pintura sobre lienzo de formas infantiles realizada con acrílicos, lapiz y carboncillo para crear conjunto abstracto con colores vivos y alegres

En esta pintura  estas formas simplificadas y exageradas recuerdan a los dibujos que los niños hacen, donde la proporción y la precisión no son tan importantes como la expresión y la emoción. Esta elección estilística añade una capa de inocencia y vulnerabilidad a la obra, haciendo que el espectador se sienta atraído por su aparente simplicidad Cada forma, aunque aparentemente simple, está cargada de significados profundos y emocionales. Los círculos, y líneas onduladas, reminiscentes de los garabatos de la infancia, crean una narrativa visual que invita al espectador a reconectar con su propia creatividad y curiosidad innata. Es como si el artista hubiera capturado la esencia del juego y la exploración, transformando estas formas en símbolos de una imaginación desbordante.

Sin embargo, la ironía se manifiesta en cómo estas  formas infantiles se utilizan para crear una caricatura del rostro humano. Los rasgos faciales están distorsionados de manera cómica: ojos desproporcionadamente colocados  narices exageradas como líneas verticales  y bocas  en rojo que ocupan gran parte del rostro. Esta exageración no solo provoca sorpresa, sino que también subraya las características que nos hacen humanos, llevándolas al extremo para que no pasen desapercibidas.

La caricaturización del rostro humano en estas obras puede interpretarse como una crítica a la superficialidad y a la obsesión por la apariencia en la sociedad moderna. Al deformar y exagerar los rasgos, el artista confronta la realidad de que, a menudo, juzgamos a las personas por su apariencia externa, ignorando su verdadera esencia.

Además, la ironía en la obra reside en la contradicción entre la forma y el contenido. Aunque las formas son infantiles y aparentemente inocentes, el mensaje subyacente es serio y crítico. Esta dualidad crea una tensión que enriquece la obra, invitando al espectador a mirar más allá de la superficie y a reflexionar sobre el verdadero significado de la belleza y la identidad.

En esta serie de pinturas, el  rostro humano emerge, con colores que gritan y susurran a la vez, rojos intensos, azules eléctricos, y amarillos que desafían la lógica .

Los ojos, ventanas que se cruzan, uno mirando al futuro, otro al ayer, las  bocas unas torcidas otras chorreando carmín  con sonrisas ambiguas, parecen contar secretos que nadie puede entender

Estas obras no solo nos transportan a nuestra infancia, sino que también nos recuerdan la importancia de mantener viva esa chispa de creatividad y maravilla en nuestra vida cotidiana.

El artista, con su pincel irónico, ha jugado con la realidad y la ficción, cada trazo es una burla sutil a las normas y reglas de la percepción, el fondo, un caos de formas y luz resalta la figura central con precisión, es un rostro que no es rostro, una máscara de emociones en contradicción. aquí, en estos cuadros de vivos colores, la ironía se mezcla con la verdad y el  espectador, atrapado en su juego, se pregunta qué es real y qué es falsedad, la vida.